Escuchamos, sobre lo que preguntamos, y sobre lo que nos cuentan sin que preguntemos. Desde lo general hasta los mínimos detalles, porque las más de las veces es en ellos donde encontramos los puntos de partida.
Después de eso ya tenemos gran parte del trabajo resuelto, solo resta ubicar cada pieza en su lugar.

Dedicamos una parte importante de nuestro tiempo a conocer nuevos elementos, nuevos materiales, nuevas formas constructivas, y todo esto lo vamos comparando con lo actual y también con lo pasado.
Esto nos permite presentar posibilidades, contarles cómo, porqué, para qué, y las ventajas y desventajas de cada camino. Haciendo de este un proceso sencillo en el cual nuestro cliente se sienta escuchado y acompañado por profesionales desde el principio hasta la conclusión de nuestro proyecto juntos.
Cuantos más “no” podamos encontrar para cada proyecto, más fortalecido quedará el “este sí es el correcto”.

Tenemos el gran privilegio de haber podido coincidir en el deseo de materializar obras, en el interior del seno familiar.
Desde lo estructural, desde lo funcional, desde lo morfológico, podemos evaluar cómo llevar adelante cada situación del modo más eficiente.
Y esto nos permite interiorizarnos en lo que hacemos, para qué lo hacemos, cómo y cuándo lo hacemos, y lo más importante, para quién lo hacemos.
Por qué lo hacemos? Porque nos hace felices.